Amar a Dios con todo el corazón
significa decir un «Sí» incondicional a la vida y a todo lo que la vida trae consigo.
Aceptar sin reservas todo lo que Dios
ha dispuesto con relación a la propia vida.
Tener la actitud que tenía Jesús cuando
dijo: «No se haga mi voluntad, sino la tuya».
Amar a Dios con todo el corazón
significa hacer propias las célebres palabras de Dag Hammarskjold:
“Por todo lo que ha sido, gracias.
A todo lo que ha de ser, Sí”
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